La Tierra es el tercer planeta más interno del sistema solar, situado después de Mercurio y Venus.

Los planetas del sistema solar pueden dividirse entre planetas rocosos y planetas gaseosos. Los planetas rocosos reciben este nombre porque están formados principalmente por minerales de silicatos y metales. Los cuatro planetas rocosos del sistema solar son Mercurio, Venus, la Tierra y Marte. De entre ellos, la Tierra es el más grande.
Globalmente, la Tierra es el quinto planeta más grande del sistema solar, por detrás de Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno.
A partir de los materiales de la Tierra se ha podido determinar que el planeta se formó hace aproximadamente 4500 millones de años.
La característica más importante de la Tierra es que es el único planeta en el sistema solar con agua líquida en su superficie. Este fue un factor clave para el desarrollo de la vida en este planeta. Actualmente, es el único planeta del sistema solar con unas condiciones favorables para la vida.
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Características del planeta Tierra
Propiedad | Valor |
Diámetro | 12742 km |
Masa | 5.97 · 1024 kg |
Distancia media al Sol | 150 millones de km |
Periodo de la órbita | 365 días terrestres |
Velocidad media | 107208 km/h |
La Tierra tiene un radio medio de 6378 kilómetros, esto lo convierte en el planeta interior o rocoso más grande del sistema solar.

La Tierra es más pequeña y tiene menos masa que Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. A pesar de ser el quinto planeta en cuanto a tamaño y masa, es el planeta más denso. Su densidad media es de 5515 kg/m³, ligeramente superior a la de Mercurio que es de 5427 kg/m³.
Una de las particularidades de la Tierra es que su eje de rotación tiene una inclinación de 23.5 grados. Esto hace que dependiendo de la época del año los rayos del Sol lleguen con orientaciones distintas en los dos hemisferios. Esto da lugar a las estaciones del año, un fenómeno que también ocurre en Marte pero no en Venus o Mercurio, que giran sobre su eje sin prácticamente inclinación.
Otra característica importante de la Tierra es que tiene un fuerte campo magnético, sobretodo cuando se compara con los otros planetas interiores. Aparte de ser esencial para el funcionamiento de las brújulas, el campo magnético protege a la Tierra del viento solar.
El campo magnético terrestre y el viento solar
El viento solar es un flujo de partículas atómicas emitidas por el Sol que viajan a gran velocidad a través del sistema solar.
Estas partículas se caracterizan por tener una gran cantidad de energía. Si llegaran a impactar contra la superficie terrestre, los niveles de radiación en la Tierra serían tan elevados que harían difícil la supervivencia de cualquier tipo de vida presente.
Gracias al campo magnético terrestre estas partículas son desviadas de su trayectoria y prácticamente no llegan a la superficie terrestre. Así, la presencia de un campo magnético ha sido un factor muy importante para la aparición de la vida en la Tierra.
La Tierra tiene únicamente un satélite natural, la Luna. El tamaño de la Luna es relativamente grande en comparación con la Tierra. Concretamente, el radio de la Luna es igual al 27% del radio de la Tierra. Esto hace que la Luna sea el satélite más grande del sistema solar en relación con el planeta alrededor del cual orbita.
Atmósfera terrestre
La atmósfera es uno de los elementos más característicos y únicos de la Tierra. La atmósfera terrestre contiene principalmente nitrógeno (78%) y oxígeno (21%), además de otros gases en menores cantidades, entre ellos dióxido de carbono.
La presencia de oxígeno en la atmósfera terrestre es el resultado de la fotosíntesis llevada a cabo por plantas y algas a lo largo de millones de años. Una de las capas más importantes de la atmósfera compuesta por oxígeno es la capa de ozono (O₃). Esta capa es importante porque nos protege de la radiación ultravioleta del Sol.
La presencia de una cierta cantidad de dióxido de carbono también ha sido esencial para mantener unas temperaturas favorables a la vida. Tanto el hidrógeno como el dióxido de carbono son dos gases presentes en la atmósfera terrestre causantes del efecto invernadero.
El efecto invernadero provoca que parte del calor emitido por la superficie terrestre no pueda escapar más allá de la atmósfera. En consecuencia, la temperatura en la Tierra aumenta. En casos extremos, el efecto invernadero puede llegar a inducir temperaturas que hacen imposible la supervivencia. Este es el caso de Venus, donde el efecto invernadero ha hecho que se alcancen en su superficie temperaturas superiores a los 400ºC. Para evitar esta situación es importante limitar la cantidad de gases de efecto invernadero que llegan a la atmósfera.
La ausencia total de gases de efecto invernadero tendría el efecto contrario y haría que las temperaturas en la Tierra disminuyeran hasta niveles donde la vida tampoco sería viable. La composición actual de la atmósfera se encuentra en un punto de frágil equilibrio donde la vida es posible.
Se considera que la atmósfera llega hasta los 100 kilómetros de altura. Esta es una frontera definida en cierto modo arbitrariamente porque no existe una línea a partir de la cual la atmósfera desaparezca. Simplemente su densidad disminuye con la altitud hasta niveles que pueden considerarse negligibles. Aunque 100 kilómetros de atmósfera pueden parecer muchos, son en realidad pocos si se comparan con el diámetro de la Tierra (12742 km). Aún así, esta atmósfera relativamente delgada es suficiente para proteger la vida terrestre de radiación y gran parte de los meteoritos.
Estructura interna y externa de la Tierra
La Tierra se divide internamente en tres capas: el núcleo, el manto y la corteza.
Dentro del núcleo puede diferenciarse a su vez entre dos capas concéntricas. La primera es el núcleo interno, totalmente sólido y con un radio de aproximadamente 1220 kilómetros. La evidencia científica indica que esta parte del núcleo está formada principalmente por hierro y en menor medida níquel. Las temperaturas pueden alcanzar los 5400 ºC.
La segunda parte del núcleo se caracteriza por contener metales en estado líquido, principalmente también hierro y níquel. Esta capa tiene aproximadamente un espesor de 2300 kilómetros.
El manto es la capa que envuelve el núcleo externo y tiene un espesor de aproximadamente 2900 kilómetros. Esta capa también se encuentra en estado fluido y está formada principalmente por minerales y rocas semifundidas.
Finalmente, la capa más externa de la Tierra es la corteza. La corteza es rocosa y está formada mayoritariamente por silicatos. Su espesor medio es de 30 kilómetros pero en algunos puntos alcanza máximos de 70 km y mínimos de 5 km.

La forma actual de la superficie terrestre es el resultado de los distintos procesos geológicos que tienen lugar en la Tierra. Uno de los más importantes es el movimiento de las placas tectónicas, que ha dado lugar a las montañas. También la actividad volcánica ha jugado un papel importante en la formación de la geografía actual. Por ejemplo, a partir de la expulsión de magma proveniente de las capas interiores de la Tierra que ha dado lugar a la formación de islas.
Actualmente la superficie externa de la Tierra está cubierta en un 70% por agua. Un hecho curioso es que en el 30% restante no pueden encontrarse prácticamente cráteres, a pesar de que estas formaciones resultantes del impacto de meteoritos son habituales en el resto de planetas interiores del sistema solar. Esto de debe a la actividad geológica y al clima en la superficie terrestre. Fenómenos como el movimiento de las placas tectónicas y la erosión hacen que la superficie terrestre cambie su aspecto de forma relativamente rápida.
Órbita de la Tierra
La Tierra se encuentra en una órbita alrededor del Sol con un radio de aproximadamente 150 millones de kilómetros. Esto significa que la luz emitida por el Sol tarda unos ocho minutos en llegar a la Tierra.
Desde esta órbita la Tierra tarda 365.25 días en dar una vuelta alrededor del Sol. Los 0.25 días sobrantes hacen que cada cuatro años sea necesario añadir un día en el calendario, llamado año bisiesto.
La órbita de la Tierra no es perfectamente circular pero es una de las más circulares del sistema solar. Por comparación, su distancia mínima al Sol es de 147.1 millones de kilómetros y su distancia máxima es de 152.1 millones de kilómetros. La Tierra viaja alrededor del Sol con una velocidad media de 30 km/s.
La órbita de la Tierra es un descubrimiento relativamente reciente en la historia de la humanidad ya que durante años se consideró que la Tierra estaba situada en el centro del Universo. Según esta visión eran el Sol y el resto de planetas los que orbitaban alrededor de la Tierra.
En el siglo XVI el astrónomo Nicolás Copérnico refutó esta teoría y propuso en su lugar la idea de que el centro del universo era el Sol, es decir, el modelo heliocéntrico. Esta nueva teoría no fue del todo correcta ya que tampoco el Sol es el centro del universo, pero fue de gran importancia porque sí que es el centro del sistema solar. Este cambio de perspectiva fue defendido por Galileo Galilei a partir de sus observaciones con el telescopio.


La teoría de Copérnico supuso una revolución en la astronomía y el punto de partida para el modelo del universo que tenemos actualmente.
La vida en la Tierra
Las condiciones en la Tierra han sido desde hace millones de años óptimas para la vida y su desarrollo. A pesar de que existen regiones con temperaturas extremas, la mayoría de su superficie se encuentra durante gran parte del año dentro de un rango de temperaturas entre 0 y 30 ºC.
La órbita de la Tierra se encuentra en una zona del sistema solar que se conoce como zona de habitabilidad. Esta es la zona donde el calor y radiación que llegan de la estrella central son adecuados para poder tener agua en estado líquido. Si la Tierra estuviera más cerca de el Sol probablemente toda el agua se habría evaporado. Si estuviera más lejos se congelaría completamente. En estos dos casos la aparición de la vida hubiera sido mucho más improbable.
Exploración espacial de la Tierra
Aunque muchas zonas de la Tierra pueden explorarse directamente sin necesidad de satélites, la observación de la Tierra desde el espacio ha sido crucial para entender muchos de los fenómenos naturales que tienen lugar en nuestra planeta.
Uno de los ejemplos más claros es la observación del clima, que ha permitido mejorar en gran medida las predicciones meteorológicas. Otros fenómenos que han podido entenderse mejor gracias a la observación desde el espacio han sido el agujero de la capa de ozono o la evolución de la cantidad de hielo en los polos.